Fárbauti

Today it’s time to tell the story, from my personal perspective, of a very special adventurer and hero: a dwarf warrior from a fictional world, but whose essence transcends real life.

Fárbauti, as he was known in Azeroth and the Forgotten Realms, was a paladin completely outside the spectrum of what we can consider common: an unparalleled companion with extraordinary kindness towards society. Fárbauti was a mountain dwarf who always knew how to honour his title of Paladin, taking it literally and beyond. Always concerned for the well-being of others, justice, and the protection of the world against the dangers of humanity, he was willing to give his life if necessary.

All those heroes and adventurers who travelled with him through Azeroth or the Forgotten Realms will have something to say about him: his incredible camaraderie, his contagious joy, and the life philosophy he always carried with him. Whether during a fierce battle against monsters and dragons or in debates about whether goats should have a parliament to defend their rights against humans, Fárbauti never failed to make a difference.

Yes, Fárbauti was a warrior from a fictional world with whom I spent a large part of my life, but behind this character existed a real person: Lo Innombrable, as he was called on gaming platforms, though in everyday life he was simply Fernando. A peculiar and multifaceted man: philosopher, funny, socialist, humanitarian, thinker, psychologist, firefighter, writer, artist, reader, and critic, among thousands of other qualities that defined him.

Lover of history and fantasy, I shared many years with him—practically my entire life—exploring these passions. We played, conversed, critiqued, created. But these games were not just entertainment; they clearly represented his vision of humanity, politics, society, and religion. We’re not talking about Mario, Zelda, or Candy Crush; we’re talking about simulators of societies and civilizations, where he could portray his vision of the world and how he imagined it could be different.

This is just the tip of the iceberg of the experiences and lessons I shared with him. Today, with his early departure, I will remember and treasure him forever.

Fly high, Fárbauti. Fly high, paladin of justice and honour.

Thank you, Fernando.

Hoy toca contar la historia, desde mi perspectiva personal, de un aventurero y héroe muy especial: un enano guerrero de un mundo de ficción, pero cuya esencia trasciende la vida real.

Fárbauti, como era conocido en Azeroth y en los Reinos Olvidados, era un paladín completamente fuera del espectro de lo que podemos considerar común: un compañero inigualable con una bondad extraordinaria hacia la sociedad. Fárbauti era un enano de las montañas que siempre supo honrar su título de Paladín, llevándolo al pie de la letra y más allá. Siempre preocupado por el bienestar de los demás, la justicia y la protección del mundo frente a los peligros de la humanidad, estaba dispuesto a dar su vida si fuese necesario.

Todos aquellos héroes y aventureros que viajaron con él por Azeroth o los Reinos Olvidados tendrán algo que decir sobre él: su increíble compañerismo, su alegría contagiosa y la filosofía de vida que siempre llevaba consigo. Ya fuera en medio de un combate feroz contra monstruos y dragones, o en debates sobre si las cabras deberían tener un parlamento para defender sus derechos frente al ser humano, Farbauti nunca dejaba de marcar la diferencia.

Sí, Farbauti era un guerrero de un mundo ficticio con el que pasé gran parte de mi vida, pero detrás de este personaje existía una persona real: Lo Innombrable, como se hacía llamar en las plataformas de juego, aunque en la vida cotidiana era simplemente Fernando. Un hombre peculiar y multifacético: filósofo, divertido, socialista, humanitario, pensador, psicólogo, bombero, escritor, dibujante, lector, crítico, entre miles de otras cualidades que lo definían.

Amante de la historia y la fantasía, compartí con él muchos años —prácticamente toda mi vida— explorando estas pasiones. Jugamos, conversamos, criticamos, creamos. Pero estos juegos no eran solo entretenimiento; representaban muy claramente su visión de la humanidad, la política, la sociedad y la religión. No estamos hablando de Mario, Zelda o Candy Crush; hablamos de simuladores de sociedades y civilizaciones, donde podía plasmar su visión del mundo y cómo imaginaba que podría ser diferente.

Esto es solo la punta del iceberg de las experiencias y aprendizajes que compartí con él. Hoy, con su partida temprana, lo recordaré y atesoraré para siempre.

Vuela alto, Farbauti. Vuela alto, paladín de justicia y honor.

Gracias, Fernando.